Para mi hermana
Guadalupe,
quien sin serlo, es un
muy buen maricón.
Nota:
Un buen día me encontraba almorzando con mis compañeras de trabajo cuando una
de ellas, completamente indignada, nos cuenta que en una de las calles aledañas había
visto un anuncio pegado en un kiosco de periódicos que decía: “Se busca
mariconcito para ventas”. El comentario provocó que todos se enfrascaran en un
gran y acalorado debate, mientras que yo empezaba a imaginar la siguiente
historia.
Se busca
mariconcito para ventas
Aquella oportunidad era crucial por dos razones.
La primera era que acababa de graduarme, hacia unos siete meses, como actor del
Conservatorio de Formación Actoral y, hasta ese momento, lo único que había
conseguido era hacer de extra en un par de publicidades para tele y hacer de
hombre mono en una novela, la cual sacaron del aire justo el día que salía mi
episodio. Así que me encontraba en búsqueda de mi gran oportunidad, una en la
que pudiera demostrar todo mi talento para catapultar mi carrera.
En segundo lugar, y la razón más importante en
realidad, era que necesitaba dinero urgentemente ya que en aquellos meses apenas
había conseguido ganar unos cuantos soles trabajando como actor y las amenazas
de mi padre, quien había accedido a pagarme la carrera ante mis súplicas,
estaba decidido a echarme de la casa si es que no conseguía un trabajo con el
cual pudiera devolverle la inversión realizada; por lo que me vi en la
obligación de tener que salir a la calle a buscar trabajo de lo que sea. Pero
hasta ese momento no había tenido suerte ya que mi experiencia laboral era nula.
Así que fueron estas dos razones, más la gran admiración que sentía por aquel
director, las que me impulsaron a acudir al casting aquel día.
Este genio, y lo sigo considerando como tal a
pesar de lo que ocurrió aquella mañana, había decidido darle un aire fresco al gran
clásico de Shakespeare “Romeo y Julieta” convirtiéndolo en un musical, el cual
adaptó y, según lo escuche decir en una entrevista, tituló “Romeo y Julito”
debido a los tiempos modernos y transgresores que estamos viviendo. La historia
era la misma, contaba el amor de dos chicos integrantes de clanes rivales enfrentados por tener el
control del mercado de la venta de ropa interior masculina a través de
aplicaciones de chat para gente gay. Puro romance de este siglo.
Yo aspiraba a tener el papel de Julito, obviamente
el pasivo de la relación, a pesar de mi metro ochenta y siete y mis noventa
kilos de peso ya que siempre he sido un actor de retos. Para la presentación de
aquel día había ensayado arduamente, con ayuda de mi abuelo, en una de las líneas más profunda y poderosas
que el director había adaptado, la cual decía: “Oh Romeo, Romeo, ponte atrás
que no la siento”
Cuando llegué a la audición tuve que esperar
como cuatro horas en los laterales del escenario hasta que por fin me llamaron.
Completamente emocionado, confiado de mi talento y con la adrenalina corriéndome
a mil por las venas, me puse de pie, di el que significaba mi primer gran paso
al estrellato cuando de pronto el director gritó ¡No gracias, siguiente!
Sentí aquello como una cachetada con la mano
mojada. Me quedé en shock. Di otro paso más pensando que tal vez había
escuchado mal pero el hombre volvió a decir lo mismo sin siquiera levantar la
vista, y justo cuando estuve a punto de tirarme de rodillas al suelo para
suplicar por una mísera oportunidad un asistente de producción me cogió del
brazo y me llevó a jalones hasta la puerta de salida. Como estaría de
desconsolado que el joven, en un gran acto de humanidad, me dijo que aquel día por
la tarde realizarían el casting para elegir a los actores que harían de pileta
uno, dos tres y cuatro y a los que harían de escultura una, dos tres, cuatro hasta el
veinte. Me aconsejo que me diera una vuelta, que le parecía que tenía todos los
requisitos para hacer de pileta.
Estaba tan destrozado que me fui casi gritando
y llorando por todo Jirón Ica. No lo podía creer, no solo la oportunidad de mi
vida se acababa de esfumar sin haber podido demostrar toda mi capacidad actoral
sino que, además, se burlaban de mí diciéndome que tenía talento para hacer de
pileta. Como comprenderán estaba devastado.
Debido al cansancio que me significaba llorar,
algunos metros más allá, me detuve, me apoyé en un kiosco de periódicos para recuperar
el aliento cuando levanté los ojos y tuve la pésima suerte de verlo, blanco con
sus gigantescas letras Comic Sans de color negro. Automáticamente sentí como
una fiebre empezaba a encenderme hasta casi volverme un ser rojo fosforescente
debido al mensaje que el anunció tenía, el decía: “Se busca mariconcito para ventas. Preguntar por Maruja” y más
abajo la dirección. No lo podía creer. Ya bastante había tenido con mi fracaso como
para tener que sumarle a eso la discriminación laboral de la que estaba siendo víctima.
¿Por qué los heterosexuales no podíamos ser tan buenos vendedores? me pregunté.
Yo venía buscando trabajando como loco, me rechazaban de todos lados y, de
pronto, me encontraba esta oportunidad enviada por dios la cual no estaba
dirigida a mí, lo que produjo que, presa de la indignación, arranque el anuncio
y me dirija a la dirección para hacerme escuchar.
Miientras iba caminando pensaba en como la vida
me estaba cruzando lo gay en el camino para burlarse de mí. Me acaban de
rechazar sin haberme dado si quiera unos pocos segundos para demostrar que
podia ser uno y muy bueno. Todos los seres humanos tenemos derecho a ser gay,
me dije con lagrimas en los ojos y apretando los puños, más aun si nos hemos
preparado tanto para ello.
Cuando di con la dirección tuve que respirar
profundo varias veces para tranquilizarme.
Toqué el timbre muy molesto pero nadie abrió.
Volví a tocar cuando escuché una música que venía de adentro, esta sonaba tan
fuerte que nadie pudo oír mi segundo llamado. Esperé unos segundos a que pase el alboroto y toqué
el timbre nuevamente pero nadie abrió. Entonces decidí que rompería la puerta
de un patadón y que entraría gritando como un energúmeno cuando, de pronto, esta
se abrió y apareció una mujer regordeta con cara de pitbull magullado, la cual
supuse debía ser Maruja. Nos quedamos mirándonos como examinándonos por un par
de segundos sin decirnos nada y justo cuando empezaba a tomar aire para gritar
como un demente esta me tiró la puerta en la cara. Llamé nuevamente a la puerta
ignorando el timbre y ocurrió lo mismo, la mujer abrió la puerta, me miro, yo
tomé aire para gritar y esta, nuevamente, me tiró la puerta en la cara. Nuevamente
volví a tocar la puerta mientras gritaba que me abrieran y así pasó. La mujer
abrió y sin vacilar preguntó a secas ¿es usted mariconcito? Lo que me dejó
perplejo por varios segundos. ¿Es usted mariconcito?, volvió a preguntar con su
inexpresivo tono de voz y agregó, Si es usted mariconcito pase, siéntese y
espere su turno sino, por favor, no me haga perder el tiempo.
¡Vengo a quejarme…! Empecé a gritar pero con un gesto la mujer me calló,
me hizo pasar y me señaló el libro de reclamaciones diciéndome que cualquier queja
podía escribirla ahí. Dicho esto se dio media vuelta y desapareció tras otra
puerta.
Todo pasó tan rápido que me quedé idiota.
Primero lo del teatro y ahora esto. Entonces, me pregunté ¿qué otra cosa peor
me podría pasar? En ese momento alguien carraspeó, volteé y me di cuenta donde estaba. En la habitación, que no era
amplia y no contaba con ninguna ventana por donde pudiera entrar un poco de
aire, habían colocado dos hileras de sillas desde las cuales varios postulantes,
los cuales esperaban su turno para ser entrevistados por la gorda Maruja, me echaban
miradas libidinosas, Lo que provocó que presa del pánico, coja el lapicero, abra
el libro y comience a escribir mi queja lo más rápido posible.
Cuando estuve terminando con mi reclamo, sin
querer, escuché una conversación entre dos personas en la sala, la cual, llamó
poderosamente mi atención. Uno le decía al otro: “La Maruja es hija de la señora
que vende pellejito broasters en mi barrio. Justo anoche pasé por ahí para
comprarme mi pellejo, ya que es mi dosis hormonal diaria, cuando la Maruja me ve
y me dice, ¡Cabro, nuestra vendedora estrella, La boca de bebe, se acaba de ir
y estamos buscando una vendedora para que la reemplace! ¿Por qué no vas? Están
pagando, si eres buena vendedora, tres mil soles y el horario es de once de la
mañana a cinco de la tarde, solo de lunes a viernes…”
No necesité escuchar más. ¡Tres mil soles trabajando
menos de ocho horas diarias! Aquello sonó como música para mis oídos. ¡A la
mierda la actuación!, pensé, ¡voy a vender como loco para pagarle la deuda y taparle
la boca al milenario de mi padre! Ya después de ahorrar por algunos meses
podría hacer algo que no tuviera que ver con las ventas, como montar mi propia
obra de teatro, o mejor aún, podría contratar a ese director miserable para que
dirija mi propia obra.
Cuando hice mi aparición en la sala la mujer se
quedo estúpida. Me miró de pies a cabeza como si se le hubiera aparecido la
virgen, hizo a un lado el pan con torreja que tenía al frente y se rascó la
cabeza pensando en que demonios hacía allí. De pronto y sin ningún amague
previo me preguntó nuevamente, ¿es usted mariconcito? a lo que yo respondí que
no ¡pero que podía intentarlo, que era actor! respuesta que provocó que la
mujer acentuará aun más la cara de estúpida, se encogiera de hombros, mirara a
todos lados buscando una respuesta para finalmente decirme que me presente. Yo empecé:
Bueno, me llamo Antonio, tengo veintidós años, me gusta el futbol, soy de
alianza…
Tiene que presentarse como mariconcito, dijo a
secas y con el mismo tono seco, ¿cree usted poder hacerlo?, y yo, recordando cómo
había preparado el papel de Julito, tomé aire y empecé, ¡Buenos días Maru,
buenos días Perú! Me llamo Kyary Xolenka Rivadixiri de la Xaxara, tengo veintidós
añitos, me gusta bailar, cantar y reunirme con mis amigas a ver Glee. Soy un
chico, ¡perdón!, una chica muy alegre, emprendedora, buena vendedora y muy
amigable, la cual gusta de caballeros educados que sean tanto bellos por dentro
como por fuera.
La mujer, que parecía gratamente sorprendida,
cogió una hoja y anotó algo en ella. Luego dijo, muy bien, ahora la prueba de
tolerancia-latina. ¿Cómo reaccionaría al tacto de un hombre?, ante lo que
exclamé, ¡como que al tacto de un hombre! ¿Qué acaso me van a prostituir? ¿No
que el trabajo no es para ventas? Se hizo un silencio sepulcral y, antes de que
el pitbull con peluca se enojara, respiré y respondí con una sonrisa que casi
me deformaba el rostro, soy una chica muy amiguera y, como buena latina, estoy
acostumbrada a que el hombre latino sea expresivo. En ese caso… supongo… bien…
que, y pensé en esos tres mil soles
mensuales para no salir corriendo, le correspondería
gustosa.
Muy bien, dijo ella tras volver a anotar en la
misma hoja, tras un estudio realizado por la OIT se ha llegado a la conclusión
que la clave del éxito de las ventas de una empresa se basa en las capacidades
de baile de sus vendedores ya que, nunca
se sabe, cuando un cliente depresivo pueda pedirle que baile. Por lo tanto, le
voy a poner diferentes ritmos musicales, los cuales tendrá que bailar con el
mejor ánimo, recuerde que su baile no solo le asegurará una buena venta sino
que podría salvar una vida.
Yo comencé a sudar frio. La mujer presiono play.
Lo primero que sonó fue la “Magalenha” de Sergio Mendes, así que no me quedó de
otra más sonreír y ponerme a brincar como si tuviera una cucaracha en el
zapato. A los pocos segundos cambió la canción y sonó la salsa “Como una loba”
de Laura Mau, así que me puse coquetona y comencé a contornearme como si
tuviera atrapado dentro de mí un pedo loco el cual me producía una gran cólico.
Para terminar, y valgan verdades, ya estaba esperando que sonara, me soltó
0303456 de Rafaella Carrá, para la gala de un gran despliegue no solo físico
sino interpretativo. Al final de la pieza la Maru, presa de un impulso, se puso
de pie y emocionada comenzó a aplaudir. Yo hice una reverencia muy digna de una
bailarina de clásico lo que emocinó aun más a la gorda. Muy bien, dijo mientras
tomaba asiento, prueba de seducción y coquetería. Quiébrese, dijo ¿Cómo que
quiébrese?, pregunté ¿Quiere que me quiebre un hueso? ¡Ni que fuera faquir! pero
en ese momento ella señalo una foto de Thalía, la cual estaba pegada en la
pared. Lo entendí todo. Me puse de perfil, boté todo el aire que tenía en el
cuerpo, hundí la pelvis, saqué pecho y mientras visualizaba mentalmente una “S”
podía oír como las vertebras de mi columna iban crujiendo. Pasados varios
segundos, y cuando estuve ya lo bastante morado como para empezar a preocuparla
dijo que era suficiente. Volvió a anotar algo, se quedó pensativa por unos
segundos cuando, sin mirarme y casi como para sí dijo, es usted un buen
mariconcito. Me puse a llorar. ¡No lo podía creer! Me acaban de echar del
teatro porque consideraban que no sería bueno para el papel de Julito y, en
aquel lugar, luchando por el puesto con mariconcitos de verdad, aquella mujer a
la cual había odiado desde lo más profundo de mi corazón me decía aquellas
mágicas palabras.
Al verme así me preguntó si me encontraba bien
y yo le dije que sí. Acto seguido se puso de pie y me pidió que la esperara,
que era el único que había pasado hasta la última instancia, que, antes de que entre
yo a la entrevista, estaba muy decepcionada y preocupada porque no había
encontrado ningún maricón digno de ser llamado cómo tal, pero que conmigo le había
regresado el alma al cuerpo. Espere aquí, dijo y salió de la habitación.
No lo podía creer, estaba a punto de ganar el
sueldo de la vida y todo gracias a mi talento de mariconearme. ¡Tres mil
soles!, me dije, es demasiado bueno para ser cierto. ¿No habré escuchado mal?, y
empecé a sentir miedo. Pensé ¿y si en realidad dijo mil y yo escuché tres mil?
y el miedo de aquello me hizo sentir como si alguien me volviera a cachetear
con la mano mojada.
A los
pocos segundos apareció con una cajita de cartón en las manos, la cual colocó
sobre su escritorio. Ahora, la última prueba, dijo. Pero antes de eso, e hizo
una pausa antes de continuar, voy a contarle un poco sobre el puesto. Estamos
buscando el reemplazo de una de las mejores vendedoras que han pasado por aquí,
nuestra querida “Boca de bebe”, que en paz descanse. Ella ganaba…, y justo
cuando me iba a dar la cantidad la interrumpí preguntándole, precisamente,
cuanto era el sueldo mensual. Ella respondió, bueno, nosotros pagamos el mínimo,
que es setecientos cincuenta soles, pero lo que queremos es darle a nuestra nueva
vendedora las mismas herramientas para que alcance las mismas cuotas de venta mensuales
que nuestra antigua vendedora; así gana la empresa, el vendedor y nos quedamos
todos felices.
Aquella
respuesta me calmó.
Por lo tanto, siguió hablando Maruja, nuestra última
prueba ¡y el verdadero secreto de ventas de esta empresa!, y dicho esto sacó de
la caja un pepino el cual colocó sobre el escritorio.
¿Para que un pepino? pregunté presintiendo lo
peor. ¡Ahora sí que no entiendo nada!
Nuestra ex vendedora “La boca de bebe”, empezó
a decir la mujer, encontró en el poder de sus felatios, felatios más que requeridos
y loados por nuestros clientes, la clave de su éxito; así que debo cerciorarme
de que los suyos sean igual de efectivos. Por cierto, ¿no le molestaría, más
adelante, sacarse todos los dientes y empezar a usar dentadura postiza, verdad?
Cruce tan rápido la avenida que casi me
atropella una combi. Cuando recuperé el aliento cuadras más adelante me di
cuenta que Maruja, en su desesperación, y para evitar que me vaya, me había arrancado
un mechón de pelos. Pero no importaba.
Más tarde ese mismo día, mientras esperaba mi
turno ensayaba mi mejor cara de pileta. Si bien la paga no fue buena ser la
escultura numero catorce no fue tan malo, aunque hubiese preferido hacer de
pileta, valgan verdades.
La temporada fue muy exitosa y después de eso
me han llamado para caracterizar no solo esculturas sino arboles, faroles de
luz, palos de escoba y hasta pepinos gigantes en una adaptación de Ricardo III
del mismo director. Ahora estoy preparando mi primer papel con dialogo, aunque
solo se trate de una palabra. Encontré trabajo en un café y con mi sueldo
miserable le estoy pagando a mi padre. No gano mucho pero al menos no tengo que
reemplazar a ninguna desmuelada. Ustedes entienden.